SEMANA 4
INSTITUCIÓN: INSTITUCIÓN
EDUCATIVA SAN FELIPE
FECHA: 4 DE ABRIL A 8 DE
ABRIL
AREA: LENGUA CASTELLANA
CURSO: QUINTO
DURACIÓN EN HORAS: 4 HORAS
TITULAR: DIANA MARCELA
ESPINOSA LÓPEZ
MAESTRA PRACTICANTE: LIZETH PAOLA ACOSTA
LOPEZ
TEMA: NOVELA
SUBTEMA: IDENTIFICACION DEL
TEMA, CARACTERISTICAS
ESTANDAR: COMPRENDO DIVERSOS
TIPOS DE TEXTOS, UTILIZANDO ALGUNAS ESTRATEGIAS DE BÚSQUEDA, ORGANIZACIÓN Y
ALMACENAMIENTO DE LA INFORMACIÓN.
OBJETIVO: CONOCER SOBRE EL
SIGNIFICADO DE ESTE TEMA, SUS CARACTERISTICAS E IMPORTANCIA.
COMPETENCIAS: INTERPRETAR,
COMPRENDER, ANALIZAR
SECUENCIA DIDÁCTICA
MOTIVACIÓN
“Concéntrate”
Teniendo en cuenta los participantes de la
clase, se pide que en medio del aula de clase formen un circulo, el cual se va
a obtener el nombre de nuestro caracol, la actividad consiste en que un
estudiante dice el nombre de una fruta, el siguiente dice la fruta que nombro
su compañero y la que él dice, el que sigue nombra las que han mencionado y la
de él y así sucesivamente el estudiante que se equivoca va saliendo del juego
hasta encontrar el ganador que será quien repite las frutas sin equivocarse.
INICIO
Según la consulta realizada y lo que los
alumnos encuentren se realizara un mapa conceptual de forma grupal sobre el
tema, facilitando esta consulta como fuente principal:
NOVELA
|
DEFINICIÓN
Es una obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte, y
cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o
pintura de sucesos o lances interesantes, así como de caracteres, pasiones y
costumbres. La vigesimotercera edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española la define de manera más general como una «obra literaria narrativa
de cierta extensión» y como un «género literario narrativo que, con
precedente en la Antigüedad grecolatina, se desarrolla a partir de la Edad
Moderna».1 La novela se distingue por su carácter abierto y su
capacidad para contener elementos diversos en un relato complejo. Este
carácter abierto ofrece al autor una gran libertad para integrar personajes,
introducir historias cruzadas o subordinadas unas a otras, presentar hechos en
un orden distinto a aquel en el que se produjeron o incluir en el relato
textos de distinta naturaleza: cartas, documentos administrativos, leyendas,
poemas, etc. Todo ello da a la novela mayor complejidad que la que presentan
los demás subgéneros narrativos.
ELEMENTOS
·
Acción o sucesos
·
Personajes
·
Marco escénico o ambiente, espacio
|
CARACTERISTICAS:
·
Se caracterizan por tener generalmente, entre 60 000 y
200 000 palabras, o de 300 a 1300 páginas o más.
·
enfocarse en actividades meramente humanas y ficticias que
aunque pueden basarse en historias reales tienen una base solo fantástica y
literaria.
·
tener una extensión considerable y éstas pueden redactarse
incluso en varios tomos o formar parte de una extensa serie de libros.
|
TIPOS DE NOVELAS:
·
Fantástica: son escritas usando elementos
de la fantasía; ya sea escenarios, personajes o historias, por poner
algunos ejemplos. Este es el caso de cuentos de hadas, o infantiles, donde
encontramos personajes claramente inexistentes en la realidad, que forman
parte de la historia. Por ejemplo, el famoso cuento de caperucita roja
estaría dentro de este tipo.
·
Caballeresca: en muchos casos son biografías verídicas
de hombres que han sido importantes, grandes caballeros de la historia; pero
cuando no se trata de ellos, entran en esta clasificación aquellos relatos
bien reales, donde los sucesos descriptos son posibles.
·
Histórica: son aquellas que remiten a hechos
históricos certeros, aunque en muchos casos los personajes no sean los
mismos que los pertenecientes a la historia verdadera que se relata. De
alguna manera tiene un componente
de documental ya que el autor deberá chequear por medio de
fuentes confiables los hechos a relatar para que no pierdan veracidad. Por
ejemplo un libro que hable de la primera guerra mundial.
·
Thrillers: su fin es, principalmente, causar suspenso. Es decir, que
durante su relato irán describiendo hechos que mantengan al lector asombrado
y expectante de los sucesos posteriores. Es el tipo de texto que despierta
emociones encontradas en el público ya que genera cosas como ansiedad, miedo,
desesperación, etc. y obliga a estar prestando atención constantemente.
·
Romántica: es
el tipo de narración proveniente
de la época del romanticismo, donde partiendo de las líneas de
pensamiento de la época, tuvo lugar el auge de la expresión artística
romántica (obras literarias, musicales, cuadros, etc.). Concretamente, son
aquellas que describen historias
de amores, pasiones, encuentros, desencuentros; y donde el autor
buscara transmitir sensaciones de ternura, felicidad, tristeza.
·
Policial: refiere a aquellas que durante toda su narración se dedican a la exposición y resolución de un caso
delictivo por parte de un detective o policía, quien será
presentado como personaje principal. Normalmente, es el tipo de historias en
las que quien lleva a cabo las investigaciones (personaje
central), consta de una brillante capacidad deductiva que le es fundamental.
Sin duda, el ejemplo más conocido dentro de este género literario es de las
múltiples historias del detective Sherlock Holmes, presentadas por Arthur
Conan Doyle.
·
Social: se
trata de aquellas que se basan en descripciones
de grupos sociales o colectividades, donde los datos sobre las
personas individuales no tienen relevancia alguna. De esta manera, podríamos
encontrar como ejemplo una novela que hable de la época colonial, y nos de
datos acerca de la conformación de las familias de la época, del manejo de
las cuestiones políticas de ese momento, y de los trabajos que se ejercían
entre otros.
·
Costumbrista: se pone gran énfasis
en la descripción y explicación de las costumbres, los usos, el modo de
moverse y manejarse de los personajes dentro de un contexto social determinado.
En este caso, puede ser interpretado por ejemplo una narración que cuente y
explique los hábitos y prácticas que llevan a cabo dentro de una tribu
africana. Según el escenario social que se utilice habrá relatos que nos
generen más asombro que otros.
|
ALGUNAS NOVELAS
·
La casa grande: de Álvaro Cepeda Zamudio (1962) “El
pueblo termina frente al mar: un mar desapacible y sucio al que no mira
nadie. Sin embargo, el pueblo termina frente al mar”.
·
Cien años de soledad: de Gabriel García Márquez (1967) “En
Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo
feliz”.
·
Crónica de una muerte anunciada: de Gabriel García Márquez (1981)
“Más aún: las muchas personas que encontró desde que salió de su casa a las
6.05 hasta que fue destazado como un cerdo una hora después, lo recordaban un
poco soñoliento pero de buen humor, y a todos les comentó de un modo casual
que era un día muy hermoso. Nadie estaba seguro de si se refería al estado
del tiempo”.
·
Rosario Tijeras: de Jorge Franco (1999) “Sus hombros
descubiertos como casi siempre, sus camisetas diminutas y sus senos tan
erguidos como el dedo que señalaba. Ahora se está muriendo después de tanto
esquivar la muerte”.
|
DESARROLLO
Lee la novela, y sigue la secuencia entregada
I
El tierno episodio que voy a referir es
rigurosamente histórico, como los anteriores y como los siguientes; pero no ya
sólo por la materia, sino también por la forma. —Vivo está quien lo cuenta,
como suele decirse..., y entiéndase que quien le cuenta no soy yo; es un
Capitán retirado que dejó el servicio en 1814.
Hoy no soy escritor; soy mero amanuense: no
os pido, pues, admiración ni indulgencia, sino que me creáis a puño cerrado.
Para invención, el asunto es de poca monta; y
luego pertenece a un género en que yo no me tomaría el trabajo de inventar
nada....
Presumo de liberal, y un pobre Capitán
retirado me ha conmovido profundamente contándome los sinsabores...políticos de
un Papa muy absolutista....
Mi objeto es conmoveros hoy a vosotros con su
misma relación, a fin de que el número de los derrotados cohoneste mi derrota.
Habla mi Capitán.
II
Uno de los más calurosos días del mes de
Julio de 1809, y ¡cuidado que aquel dichoso año hizo calor! a eso de las diez
de la mañana, entrábamos en Montelimart, villa o ciudad del Delfinado, que lo
que sea no lo sé, ni lo he sabido nunca, y maldita la falta que me hacía saber
que existía tal Francia en el mundo....
—¡Ah! ¿Conque era en Francia?...
—Pues ¡hombre! ¡Me gusta! ¿Dónde está el
Delfinado sino en Francia?—Y no crean ustedes que ahí, en la frontera..., sino
muy tierra adentro, más cerca del Piamonte que de España....
—¡Siga V...., Capitán! Los niños...que
aprendan en la escuela....—Y tú, ¡a ver si te callas, Eduardito!
—Pues como digo, entrábamos en Montelimart,
ahogados de calor y polvo, y rendidos de caminar a pie durante tres semanas,
veintisiete oficiales españoles que habíamos caído prisioneros en Gerona....
Mas no creáis que en la capitulación de la plaza, sino en una salida que
hicimos pocos días antes, a fin de estorbar unas obras en el campamento
francés.... Pero esto no hace al caso. Ello es que nos atraparon y nos llevaron
a Perpiñán, desde donde nos destinaron a Dijon.... Y ahí tienen Vds. el por qué
de lo que voy a referir.
Pues, señor, como uno se acostumbra a todo, y
el Emperador nos pasaba diez reales diarios durante el viaje —que íbamos
haciendo a jornadas militares de tres o cuatro leguas,— y nadie nos custodiaba,
porque cada uno de nosotros había respondido con su cabeza de que no
desertarían los demás, y veintisiete españoles juntos no se han aburrido nunca,
sucedía que, sin embargo del calor, de la fatiga y de no saber ni una palabra
de francés, pasábamos muchos ratos divertidos, sobre todo desde las once de la
mañana hasta las siete de la tarde, horas que permanecíamos en las poblaciones
del tránsito; pues las jornadas las hacíamos de noche con la fresca.... A ver,
Antonio, enciéndeme esta pipa.
Montelimart.... —¡Bonito pueblo!... —El café
está en una calle cerca de la Plaza, y en él entramos a refrescarnos, es decir,
a evitar el sol ... (pues los bolsillos no se prestaban a gollerías), en tanto
que tres de nuestros compañeros iban a ver al Prefecto para que nos diese las
boletas de alojamiento, que en Francia se llaman mandat....
No sé si el café estará todavía como entonces
estaba. ¡Han pasado cuarenta y cuatro años! Recuerdo que a la izquierda de la
puerta había una ventana de reja, con cristales, y delante una mesa a la cual
nos sentamos algunos de los oficiales, entre ellos C...., que ha sido diputado
a Cortes por Almería y murió el año pasado.... —Ya veis que esto es cosa que
puede preguntarse.
—Pues ¿no dice V. que ha muerto?
—¡Hombre! Supongo que C. ... se lo habrá
contado a su familia -respondió el Capitán, escarbando la pipa con la uña.
—¡Tiene V. razón, Capitán! —Siga V....; el
que no lo crea, que lo busque.
—¡Bien hablado, hijo mío!—Pues, como íbamos
diciendo, sentados estábamos a la mesa del café, cuando vimos correr mucha
gente por la calle, y oímos una gritería espantosa.... Pero como la gritería
era en francés, no la entendimos.
—Le Pape! Le Pape! Le Pape!...—decían los
muchachos y las mujeres, levantando las manos al cielo, en tanto que todos los
balcones se abrían y llenaban de gente, y los mozos del café y algunos gabachos
que jugaban al billar se lanzaban a la calle con un palmo de boca abierta, como
si oyeran decir que el sol se había parado.
—¡Pues parado está, papá abuelo!
—¡Cállese V. cuando hablan los mayores! ¡A
ver... el deslenguado!
—No haga V. caso, Capitán.... ¡Estos niños de
ahora!...
—Toma.... ¡Y si está parado!...—murmuró el
muchacho entre dientes.
—Le Pape! Le Pape! ¿Qué significa esto? —nos
preguntamos todos los oficiales.
Y cogiendo a uno de los mozos del café, le
dimos a entender nuestra curiosidad.
El mozo tomó dos llaves; trazó con las manos
una especie de morrión sobre su cabeza; se sentó en una silla, y dijo:
—Le Pontife!
—¡Ah!... (dijo C....—que era el más avisado
de nosotros.—¡Por eso fué luego diputado a Cortes!) —¡El Pontífice! ¡El Papa!
—Oui, monsieur. Le Pape! Pie sept.
—¡Pío VII!... ¡El Papa!... (exclamamos
nosotros, sin atrevernos a creer lo que oíamos.) ¿Qué hace el Papa en Francia?
Pues ¿no está el Papa en Roma? ¿Viajan los Papas? ¿El Papa en Montelimart?
No extrañéis nuestro asombro, hijos míos....
En aquel entonces todas las cosas tenían más prestigio que hoy. —No se viajaba
tan fácilmente, ni se publicaban tantos periódicos. —Yo creo que en toda España
no había más que uno, tamaño como un recibo de contribución. —El Papa era para
nosotros un sér sobrenatural..., no un hombre de carne y hueso.... —¡En toda la
tierra no había más que un Papa!... Y en aquel tiempo era la tierra mucho más
grande que hoy.... ¡La tierra era el mundo..., y un mundo lleno de misterios,
de regiones desconocidas, de continentes ignorados! —Además, aun sonaban en
nuestros oídos aquellas palabras de nuestra madre y de nuestros maestros: «El
Papa es el Vicario de Jesucristo; su representante en la tierra; una autoridad
infalible, y lo que desatare o atare aquí, remanecerá atado o desatado en el
cielo....»
Creo haberme explicado.—Creo que habréis
comprendido todo el respeto, toda la veneración, todo el susto que
experimentaríamos aquellos pobres españoles del siglo pasado, al oír decir que
el Sumo Pontífice estaba en un villorrio de Francia y que íbamos a verle!
Efectivamente: no bien salimos del café,
percibimos allá, en la Plaza (que como os he dicho estaba cerca), una empolvada
silla de posta, parada delante de una casa de vulgar apariencia y custodiada
por dos gendarmes de caballería, cuyos desnudos sables brillaban que era un
contento....
Más de quinientas personas había alrededor
del carruaje, que examinaban con viva curiosidad, sin que se opusiesen a ello
los gendarmes, quienes, en cambio, no permitían al público acercarse a la
puerta de aquella casa, donde se había apeado Pío VII mientras mudaban el tiro
de caballos....
—Y ¿qué casa era aquélla, abuelito? ¿La del
Alcalde?
—No, hijo mío. —Era el Parador de
diligencias.
A nosotros, como a militares que éramos, nos
tuvieron un poco más de consideración los gendarmes, y nos permitieron
arrimarnos a la puerta.... Pero no así pasar el umbral.
De cualquier modo, pudimos ver perfectamente
el siguiente grupo, que ocupaba uno de los ángulos de aquel portal u oficina.
Dos ancianos..., ¿qué digo? dos viejos
decrépitos, cubiertos de sudor y de polvo, rendidos de fatiga, ahogados de
calor, respirando apenas, bebían agua en un vaso de vidrio, que el uno pasó al
otro después de mediarlo. Estaban sentados en sillas viejas de enea. Sus trajes
talares, blanco el uno, y el otro de color de púrpura, hallábanse tan sucios y
ajados por resultas de aquella larga caminata, que más parecían humildes
ropones de peregrinos, que ostentosos hábitos de príncipes de la Iglesia....
Ningún distintivo podía revelarnos cuál era
Pío VII (pues nada entendíamos nosotros de trajes cardenalicios ni
pontificales), pero todos dijimos a un tiempo:
-¡Es el más alto! ¡El de las blancas
vestiduras!
Y ¿sabéis por qué lo dijimos? Porque su
compañero lloraba y él no; porque su tranquilidad revelaba que él era mártir;
porque su humildad denotaba que él era el Rey.
En cuanto a su figura, me parece estarla
viendo todavía. Imaginaos un hombre de más de setenta años, enjuto de carnes,
de elevada talla y algo encorvado por la edad. Su rostro, surcado de pocas pero
muy hondas arrugas, revelaba la más austera energía, dulcificada por unos
labios bondadosos que parecían manar persuasión y consuelo. Su grave nariz, sus
ojos de paz, marchitos por los años, y algunos cabellos tan blancos como la
nieve, infundían juntamente reverencia y confianza. Sólo contemplando la cara
de mi buen padre y la de algunos santos de mi devoción, había yo experimentado
hasta entonces una emoción por aquel estilo.
El sacerdote que acompañaba a Su Santidad era
también muy viejo, y en su semblante, contraído por el dolor y la indignación,
se descubría al hombre de pensamientos profundos y de acción rápida y decidida.
Más parecía un general que un apóstol.
Pero ¿era cierto lo que veíamos? ¿El
Pontífice preso, caminando en el rigor del estío, con todo el ardor del sol,
entre dos groseros gendarmes, sin más comitiva que un sacerdote, sin otro hospedaje
que el portal de una casa de postas, sin otra almohada que una silla de madera?
En tan extraordinario caso, en tan descomunal
atropello, en tan terrible drama, sólo podía mediar un hombre más
extraordinario, más descomunal, más terrible que cuanto veíamos....—El nombre
de NAPOLEÓN circuló por nuestros labios. ¡Napoleón nos tenía también a nosotros
en el interior de Francia! ¡Napoleón había revuelto el Oriente, encendido en
guerra nuestra patria, derribado todos los tronos de Europa! —¡Él debía de ser
quien arrancaba al Papa de la Silla de San Pedro y lo paseaba así por el
Imperio francés, como el pueblo judío paseó al Redentor por las calles de la
ciudad deicida!
Pero ¿cuál era la suerte del beatísimo
prisionero? ¿Qué había ocurrido en Roma? ¿Había una nueva religión en el
Mediodía de Europa? ¿Era papa Napoleón?
Nada sabíamos..., y, si he de deciros la
verdad, por lo que a mí hace, todavía no he tenido tiempo de averiguarlo....
—Yo se lo diré a V., por vía de paréntesis,
en muy pocas palabras, Capitán.—Esto completará la historia de V., y dará toda
su importancia a ese peregrino relato.
III
El día 17 de Mayo de ese mismo año de 1809
dió Napoleón un decreto, por el que reunió al Imperio francés los Estados
pontificios, declarando a Roma ciudad imperial libre.
El pueblo romano no se atrevió a protestar
contra esta medida; pero el Papa la resistió pasivamente desde su palacio del
Quirinal, donde aun contaba con algunas autoridades y su guardia de suizos.
Sucedió entonces que unos pescadores del
Tiber cogieron un esturión y quisieron regalárselo al Sucesor de San Pedro. Los
franceses aprovecharon esta ocasión para dar el último paso contra la autoridad
de Pío VII; gritaron: ¡al arma!; el cañón de Sant-Angelo pregonó la extinción
del gobierno temporal de los Papas, y la bandera tricolor ondeó sobre el
Vaticano.
El Secretario de Estado, cardenal Pacca (que
sin duda era el sacerdote que V. encontró con Pío VII), corrió al lado de Su
Santidad; y, al verse los dos ancianos, exclamaron: Consummatum est!
En efecto: mientras el Papa lanzaba su última
excomunión contra los invasores, éstos penetraban en el Quirinal, derribando
las puertas a hachazos.
En la Sala de las Santificaciones encontraron
a cuarenta suizos, resto del poder del ex Rey de Roma, quienes los dejaron
pasar adelante por haber recibido orden de no oponer resistencia alguna.
El general Radet, jefe de los demoledores,
encontró al Papa en la Sala de las Audiencias ordinarias, rodeado de los
cardenales Pacca y Despuig y de algunos empleados de Secretaría. Pío VII vestía
roquete y muceta; había dejado su lecho para recibir al enemigo, y daba
muestras de una tranquilidad asombrosa.
Era media noche. Radet, profundamente
conmovido, no se atreve a hablar. Al fin intima al Sumo Pontífice que renuncie
al gobierno temporal de los Estados romanos. El Papa contesta que no le es
posible hacerlo, porque no son suyos, sino de la Iglesia, cuyo administrador lo
hizo la voluntad del Cielo.... Y el general Radet le replica mostrándole la
orden de llevarlo prisionero a Francia.
Al amanecer del siguiente día salía Pío VII
de su palacio entre esbirros y gendarmes, saltando sobre los escombros de las
puertas, sin más comitiva que el cardenal Pacca, ni más restos de su grandeza
mundanal que un papetto, moneda equivalente a cuatro reales de vellón, que
llevaba en el bolsillo.
En las afueras de la puerta del Popolo lo
esperaba una silla de posta, a la cual le hicieron subir, y después de esto
cerraron las portezuelas con una llave, que Radet entregó a un gendarme de
caballería.
Las persianas del lado derecho, en que se
sentó el Papa, estaban clavadas, a fin de que no pudiese ser visto....
IV
—¡En esa silla lo encontré yo!...—¿Ven
ustedes cómo no miento?
—Hace V. bien en interrumpirme, Capitán;
porque yo he terminado, y el resto queremos oírlo de labios de V....
—Pues voy allá, señores míos.
Íbamos diciendo que Pío VII y el cardenal
Pacca (¡mucho me alegro de haber llegado a saber su nombre!) estaban sentados
en el portal de la casa de postas; que el pueblo se había agrupado en la calle;
que los gendarmes le impedían el paso, y que nosotros los españoles conseguimos
acercarnos tanto a la puerta, que veíamos perfectamente a los dos augustos
sacerdotes.
Pío VII fijó casualmente la vista en
nosotros, y sin duda conoció, por nuestros raros y destrozados uniformes, que
también éramos extranjeros y cautivos de Napoleón.... Ello fué que, después de
decir algunas palabras al Cardenal, clavó en nosotros una larga y expresiva
mirada.
En esto sonó allí cerca un fandango,
divinamente tocado y cantado por los tres compañeros nuestros, que volvían ya
con las boletas para alojarnos....
Creo haberos dicho que habíamos comprado dos
guitarras antes de abandonar a Cataluña; y si se me ha olvidado decíroslo, os
lo digo ahora.
Al oír aquel toque y la copla que le siguió,
el Papa levantó otra vez la cabeza, y nos miró con mayor interés y ternura.
El italiano, el músico, había reconocido el
canto.
¡Ya sabía que éramos españoles!
Ser español, significaba en aquel tiempo
mucho más que ahora. Significaba ser vencedor del Capitán del siglo; ser
soldado de Bailén y Zaragoza; ser defensor de la historia, de la tradición, de
la fe antigua; mantenedor de la independencia de las naciones; paladín de
Cristo; cruzado de la libertad. —En esto último nos engañábamos.... Pero ¡cómo
ha de ser!—¿Quién había de adivinar entonces, al defender a D. Fernando VII
contra los franceses, que él mismo los llamaría al cabo de catorce años y los
traería a España en contra nuestra, como sucedió en 1823?... —En fin; no quiero
hablar..., ¡pues hay cosas que todavía me encienden la sangre!
El caso fué, volviendo a mi relato, que el
rostro del Papa se cubrió de santo rubor al considerar nuestra desventura y
recordar el heroísmo de que España estaba dando muestras al mundo..., y que el
más puro entusiasmo chispeó en sus amantísimos ojos....—¡Parecía que aquellos
ojos nos besaban!
Nosotros, por nuestra parte, comprendiendo
toda la predilección que nos demostraba en aquel momento el Sumo Pontífice,
procurábamos expresarle con la mirada, con el gesto, con la actitud, nuestra
veneración y piedad, así como el dolor y la indignación que sentíamos al verlo
preso y ultrajado por sus malos hijos....—Casi instintivamente nos quitamos los
morriones (cosa que chocó mucho a los franceses, los cuales seguían con sus
gorros encasquetados), y nos llevamos la mano derecha al corazón como quien
hace protestación de su fe.
El Papa levantó los ojos al cielo y se puso a
rezar.—¡Sabía que una bendición de su mano podía atraer sobre nosotros la
cólera del pueblo impío que nos rodeaba, como nosotros sabíamos que un grito de
¡viva el Papa! podía empeorar la situación del beatísimo
prisionero!—¡Mostrábanse tan orgullosos los franceses que nos rodeaban al ver
aquel supremo triunfo de la Revolución sobre la autoridad!... ¡Creían tan
grande a la Francia en aquel momento!
En esto se abrió paso por entre la
muchedumbre, y apareció en el cuadro que habían despejado los gendarmes, una
mujer del pueblo, mucho más anciana que el Pontífice: una viejecita centenaria,
pulcra y pobremente vestida, coronada de cabellos como la nieve, trémula por la
edad y el entusiasmo, encorvada, llorosa, suplicante, llevando en las manos un
azafate de mimbres secos lleno de melocotones, cuyos matices rojos y dorados se
veían debajo de las verdes hojas con que estaban cubiertos....
Los gendarmes quisieron detenerla.... Pero
ella los miró con tanta mansedumbre; era tan inofensiva su actitud; era su
presente tan tierno y cariñoso; inspiraba su edad tanto respeto; había tal
verdad en aquel acto de devoción; significaba tanto, en fin, aquel siglo
pasado, fiel a sus creencias, que venía a saludar al Vicario de Jesucristo en
medio de su calle de Amargura, que los soldados de la Revolución y del Imperio
comprendieron o sintieron que aquel anacronismo, aquella caridad de otra época,
aquel corazón inerme y pacífico que había sobrevivido casualmente a la
guillotina, en nada aminoraba ni deslucía los triunfos del conquistador de
Europa, y dejaron a la pobre mujer del pueblo entrar en aquel afortunado
portal, que ya nos había traído a la memoria otro portal, no menos afortunado,
donde unos sencillos pastores hicieron también ofrendas al Hijo de Dios
vivo....
Comenzó entonces una interesante escena entre
la cristiana y el Pontífice.
Púsose ella de rodillas, y, sin articular
palabra, presentó el azafate de frutos al augusto prisionero.
Pío VII enjugó con sus manos beatísimas las
lágrimas que inundaban el rostro de la viejecita; y cuando ésta se inclinaba
para besar el pie del Santo Padre, él colocó una mano sobre aquellas canas
humilladas, y levantó la otra al cielo con la inspirada actitud de un profeta.
—¡VIVA EL PAPA!—exclamamos entonces nosotros
en nuestro idioma español, sin poder contenernos....
Y penetramos en el portal resueltos a todo.
Pío VII se pone de pie al oír aquel grito, y,
tendiendo hacia nosotros las manos, nos detiene, cual si su majestuosa actitud
nos hubiese aniquilado.... Caemos, pues, de rodillas, y el Padre Santo nos
bendice una, otra y tercera vez.
Al propio tiempo alzase en la puerta y en
toda la Plaza como un huracán de gritos, y nosotros volvemos la cabeza
horrorizados, creyendo que los franceses amenazan al Sumo Pontífice....—¡Lo de
menos era que nos amenazasen a nosotros!—¡Decididos estábamos a morir!
Pero ¡cuál fue nuestro asombro al ver que los
gendarmes, los hombres del pueblo, las mujeres, los niños..., ¡todo
Montelimart! estaba arrodillado, con la frente descubierta, con las lágrimas en
los ojos, exclamando:
—Vive le Pape!
Entonces se rompió la consigna: el pueblo
invadió el portal y pidió su bendición al Pontífice.
Éste cogió una hoja verde de las que cubrían
el azafate de melocotones que seguía ofreciéndole la anciana, y la llevó a sus
labios y la besó.
La multitud, por su parte, se apoderó de los
frutos como de reliquias; todos abrazaron a la pobre mujer del pueblo; el Papa,
trémulo de emoción, atravesó por entre la muchedumbre, nos bendijo otra vez al
paso, y penetró en la silla de posta; y los gendarmes, avergonzados de lo que
acababa de pasar, dieron la orden de partir.
En cuanto a nosotros, durante todo aquel día
no fuimos en Francia prisioneros de guerra, sino huéspedes de paz.
Conque...he dicho.
V
— ¡Aun queda algo que decir!...— (exclamó el
mismo que contó poco antes lo acontecido en Roma.) ¡Óiganme Vds. a mí un
momento!
En 1814, cinco años después de la escena
referida por el Capitán, la fuerza de la opinión de toda Francia obligó a
Napoleón Bonaparte a poner en libertad a Pío VII.
Volvió, pues, el Sumo Pontífice a recorrer el
mismo camino en que le habían encontrado los prisioneros españoles, y he aquí
cómo describe Chateaubriand la despedida que hizo Francia al sucesor de San
Pedro:
«Pío VII caminaba en medio de los cánticos y
de las lágrimas, del repique de las campanas y de los gritos de ¡Viva el Papa!
¡Viva el Jefe de la Iglesia!... En las ciudades sólo quedaban los que no podían
marchar, y los peregrinos pasaban la noche en los campos, en espera de la
llegada del anciano sacerdote.
TAL ES, SOBRE LA FUERZA DEL HACHA Y DEL
CETRO, LA SUPERIORIDAD DEL PODER DEL DÉBIL SOSTENIDO POR LA RELIGIÓN Y LA
DESGRACIA.»
Guadix, 1857.
CIERRE
Entrega de la secuencia y explicación de la misma, ante sus compañeros,
con el uso de la lúdica la lleva.
EVALUACIÓN
En forma de historieta organiza las ideas claves de la novela leída
teniendo en cuenta personajes, lugar(es) en que se desarrolla la novela y
prepara para compartirla en plenaria.
TAREA
Busca una novela corta y llévala para trabajar con base en ella
RECURSOS
Humanos, tecnológicos, físicos, materiales
BIBLIOGRAFÍA
OBSERVACIONES DEL TITULAR:
________________
____________________
_____________________
TITULAR
DOCENTE TITULAR
ASESORA UPTC
SEMANA 4
INSTITUCIÓN: INSTITUCIÓN
EDUCATIVA SAN FELIPE
FECHA: 28 DE MARZO A 1 DE
ABRIL
CURSO: QUINTO
DURACIÓN EN HORAS: 1 HORA
TITULAR: DIANA MARCELA
ESPINOSA LÓPEZ
MAESTRA PRACTICANTE: LIZETH PAOLA ACOSTA
LOPEZ
TEMA: PRESENTACIÓN PERSONAL
Y LUGARES DE LA CIUDAD
SUBTEMA: ESCRITURA Y APLICACIÓN DE VOCABULARIO
ESTÁNDAR: PARTICIPO EN
CONVERSACIONES CORTAS USANDO ORACIONES CON ESTRUCTURAS PREDECIBLES.
OBJETIVO: PRACTICAR
PRONUNCIACIÓN Y ESCRITURA DE LA PRESENTACION PERSONAL Y LOS DIVERSOS LUGARES DE LA CIUDAD,
ADQUIRIENDO VOCABULARIO ÚTIL PARA EL DESARROLLO DE LA SEGUNDA LENGUA.
COMPETENCIAS: PRONUNCIACIÓN,
COMPRENSIÓN
MOTIVACION
Lugares que más te gustan
INICIO
Repaso de la presentación personal de forma escrita y
oral, de los lugares de la ciudad en inglés y español
DESARROLLO
Institución:
________________________________________________________________________________
Nombre:
__________________________________________________________________________________
Grado:
___________________________________________________________________________________
Fecha:
___________________________________________________________________________________
Temas
a evaluar: presentación personal y lugares de la ciudad
EVALUACIÓN
INGLES
Pon en práctica tus conocimientos y aprendizajes
adquiridos en el desarrollo de las clases
Presentation
personal
Según
lo adquirido en clase escribe los siguientes aspectos en inglés:
Example: mi name is Lizeth Paola Acosta
mi nombre es….
Yo soy ….
Yo estudio en…..
Yo vivo en…..
Según
la siguiente imagen ubica cuatro lugares favoritos y escribe su nombre en
ingles
Escribe
el significado de las siguientes palabras
baker´s =
school =
church =
cinema =
library =
restaurant =
shops =
Park =
Exitos,
buena suerte!!!
CIERRE
Desarrollo de la evaluación frente a los estudiantes
EVALUACIÓN
Solución de la guía
TAREA
Repasar el vocabulario y los lugares de la casa
RECURSOS:
Visuales, materiales, humanos
BIBLIOGRAFIA:
https://www.google.com.co/search?q=imagenes+de+lugares+de+la+ciudad&tbm=isch&tbo=u&source=univ&sa=X&ved=0ahUKEwiakOqQp8bLAhXMGx4KHfTiBBoQsAQIGg&biw=1366&bih=667
OBSERVACIONES DEL TITULAR:
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TITULAR DOCENTE
TITULAR ASESORA UPTC
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